Team Rubio y la unión de un país

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En mi país todo lo vivimos con el doble de apasionamiento e intensidad que en cualquier otra parte del mundo. Se viven momentos socioeconómicos muy difíciles en la Isla, pero siempre hay algo que nos ha unido como nación y como gente: el deporte. Aunque en Puerto Rico solo habitamos 3.5 millones de personas, deportivamente somos lo que se podría considerar una potencia o al menos un país que a pesar de su tamaño produce una inmensa cantidad de atletas de calibre y fama mundial. Somos ese pequeño terruño que vio nacer a Roberto Clemente, Tito Trinidad y Mónica Puig.

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Los Nuestros (au.sports.yahoo.com)

Este mes de marzo, el Clásico Mundial de Beisbol acaparó las portadas de los principales diarios del país. Nuestro equipo partía a representarnos y como símbolo de unión y deseo de ganar el «Oro», todos los jugadores se tiñeron sus pelos y barbas de rubio. Fue ese gesto que desencadenó un fenómeno, tal vez, nunca antes visto. En tiempo récord se agotó todo tipo de mercancía de nuestro Equipo Nacional, gorras, camisetas, jerseys, banderas y por supuesto ¡los tintes rubios!. En el supermercado, en el puesto de gasolina, en el centro comercial, en las escuelas y hasta en las iglesias, ¡en todas partes habían rubios!.

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Yadier Molina (Getty Images)

La solidaridad y muestras de apoyo a nuestro #TeamRubio, fue uno de los momentos más bonitos que nos han unido como pueblo. Sentir la alegría de la gente en la calle y escucharlos hablar con el pecho inflao’ por los logros de nuestros muchachos, más de una vez dibujó una sonrisa automática en mi rostro. La capacidad de unir a un país que en la actualidad enfrenta grandes retos, no es tarea fácil. Sin embargo, un grupo de jibaritos con bate y bola en mano, lograron la encomienda de que por dos semanas, el Sol brillara un poquito más fuerte en Borinquén.

Estas semanas de beisbol se vivieron con gran intensidad y expectativa entre los isleños. Los boricuas marcharon invictos hasta el juego final, sacando del medio a equipazos de la talla de Holanda, República Dominicana y Venezuela. En todos los programas deportivos a nivel mundial hablaban de #LosNuestros, de su desempeño y de la nueva camada de jugadores que llevaban en su pecho la hermosa monoestrellada. Al final del día, nuestro invicto cayó en el juego final ante Estados Unidos y nos quedamos una vez más con el Sub Campeonato Mundial de Béisbol. Como país, como fanáticos, como apasionados del deporte, nos dolió la blanqueada americana. Pero fue precisamente en ese momento de celebración del equipo estadounidense, que entendí que la herida deportiva era menos dolorosa, cuando en mi mente repasé los momentos de unión y alegría que nos trajo una «simple» bola de béisbol.

El movimiento de teñirse el cabello de rubio, que muchos en el comienzo criticaron, se convirtió en ese detalle que nos caracterizó a nivel mundial. En las escuelas de la Isla hicieron banderas humanas, videos de apoyo a nuestro equipo y hasta permiso le dieron a los estudiantes de ser rubios por unos días. Noche tras noche, Puerto Rico se paralizaba frente a sus televisores para enviarle buenas vibras a esos rubios, que orgullosamente se daban palmadas de emoción en el pecho, que leía Puerto Rico, cada vez que anotaban una carrera.

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Francisco Lindor (Getty Images)

Tomemos unos minutos para reflexionar, Puerto Rico, como sociedad, ganó algo más valioso que ese bello trofeo que tanto anhelábamos. Este equipo logró unir a un país de Mayagüez a Vieques, de Arecibo a Ponce, de San Juan a Guayama y de Lajas a Fajardo. Lograron unir a todos los boricuas en el exterior que orgullosamente publicaban sus fotos con las camisetas rojas desde cualquier parte del mundo donde estuvieran. La criminalidad y la tasa de suicidios mermó considerablemente. La alegría, el buen humor y la actitud positiva del pueblo se notaba donde quiera que ibas. El tema del momento era el béisbol, y fue por esas dos semanas que olvidamos lo que nos separaba y recordamos lo que nos unía. ¿Y qué es lo que nos une? La identidad puertorriqueña, el amor por nuestra patria, el color de nuestra cultura, el orgullo por nuestra bandera, la alegría de donde quiera que vayas y te pregunten de dónde eres exclames sin ocultar «el guille», «¡Yo soy de Puerto Rico!».

Somos de la tierra de deportistas gigantes. Somos de la Isla de Roberto Clemente, de Tito Trinidad, de Mónica Puig, de José Juan Barea, de Carla Cortijo, de Ivan Rodríguez, de Roberto Alomar, de Yadier Molina, de Miguel Cotto, de Javier Culson, de Carlos Arroyo, de Hiram Bithorn, de Wilfredo Gómez, de Francisco Lindor, de Carlos Correa, del Dream Team de baloncesto en 1990, del Dream Team de béisbol en 1995 y de muchos deportistas más. Como amante de los deportes, todos los días celebro el deporte puertorriqueño y a aquellos atletas que todos los años salen al extranjero a representarnos con orgullo. Celebro a los atletas que han dicho que si a nuestra bandera y que han sudado la camiseta local, aquellos que en su momento no se hayan sentido orgullosos de sus raices, no los necesitamos. Hemos vivido momentos gloriosos y muy gratos deportivamente, y se que aún quedan muchísimos por disfrutar.

Mientras tanto, vivamos orgullosos de que en medio de tantas potencias mundiales, una islita en el Caribe siempre se hace notar. Y que nunca muera esa hermosa costumbre de gritar ¡puñeta, arriba Puerto Rico!, cuando el momento lo amerite. ¡Que vivan los nuestros, que viva el deporte!

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Colegio Piaget en Manati apoya a Los Nuestros (Ivette Sosa via Twitter)

Este escrito lo dedico con mucho cariño a nuestro Team Rubio y a todos los atletas que orgullosamente han representado a mi Puerto Rico. ¡Ustedes nos hacen brillar!

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